Por: Manuel C. Martínez M. Fecha de publicación: 12/06/09 |
Los fisiócratas terminaron reconociendo el carácter natural de la Economía y dejaron a un lado el trabajo humano. Los economistas clásicos defendieron el valor trabajo, como un aporte cultural desprendido de la división laboral manufacturera, y los economistas burgueses consideran el mercado como fuente de sus ganancias.
Bien miradas las cosas, el trabajo no es una iniciativa subjetiva de algunos hombres, ni el mercado crea ganancias no especulativas. El trabajo es la esencia misma de la vida, una función incrustada en las propias necesidades fisiológicas, y que el propio Karl Marx enfrentó al trabajo explotado bajo condiciones clasistas.
Resulta que aplicación de principios económicos se hizo principalmente para determinar los mejores rendimientos técnicos tendentes a una minimización de desperdicios, al ahorro de tiempo de trabajo, al empleo de mínimos esfuerzos y a la baratura de los bienes que pudieran mercadearse frente a otros.
Cuando el marxismo impulsa el esclarecimiento de la explotación del trabajo asalariado y niega el mercado como fuente de las ganancias burguesas, inadvertidamente reivindica a los clásicos y reafirma la producción como un propósito social culturalmente adquirido.
Así las cosas, debemos tener claro que efectivamente trabajar es vivir, pero sólo en condiciones igualitarias para todos los seres aptos física y mentalmente para el desempeño de funciones productivas.
Cuando el hombre empezó a calcular los costes de producción de las mercancías, lo hizo para determinar mínimos costes y así poder competir y colocar a salvo su específica producción. Los costes medios se hicieron comunes y tanto el trueque como la compraventa mediada por el dinero ajustaron los precios de las mercancías a su valor trabajo, con ligeras desviaciones.
Pero cuando llegó el burguesismo y se desligó el valor de uso del valor de cambio, este último terminó por desprenderse del primero. De allí en adelante se empezó a colocarse dinero en la producción de bienes de uso con el ánimo de logra un retorno dinerario máximo e ilimitado sin guardar relación alguna con el valor dinerario invertido en cada unidad mercantil.
Digamos que con el capitalismo se empezó a alejar el capital inicial del valor unitario de las mercancías, habida cuenta de que en la contabilidad burguesa sólo entra en juego el monto del salario (capital variable, en la literatura marxista), y no el valor de la mano de obra aplicada durante una jornada. Por esta razón y muy lógicamente se empezó a considerar el mercado como fuente de la ganancia, y esto lo corrobora el marxismo cuando reconoce que las mercancías llegan al mercado con todo su valor trabajo (salario más plusvalor), y considera la producción como fuente de la explotación y de la ganancia.
Sin embargo, y este es el punto, todavía no hay manera de explicar convincentemente cómo es que el salario no paga íntegramente la mano de obra aplicada durante la correspondiente jornada1/.
Como ese impedimento subsiste, el marxismo ha reforzado la convicción de que es en el mercado donde se obtiene la ganancia mediante una suerte de lid entre productores, entre coproductores y entre estos y consumidores.
Es una verdad irrefutable que los consumidores (trabajadores y asalariados) siempre están dispuestos y forzados a pagar lo que el mercado decida sin que en ello cuente para nada el verdadero valor trabajo involucrado, ni si en verdad el trabajo asalariado representa o no una explotación laboral dentro de la correspondiente producción.
De resultas, el marxismo y la economía burguesa han convalidado y reforzado la convicción de que la explotación en este sistema capitalista permanece sin demostrase, y la Contabilidad burguesa demuestra que el mercado es la fuente de la ganancia. Asimismo, el marxismo convalida la versión antifisiocrática de que el valor trabajo es una inversión y no una simple aplicación de natural de la capacidad productiva que naturalmente el hombre se ve obligado a practicar.
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1/ P. Samuelson desmonta la hipótesis marxiana de los Precios de Producción, mientras que Manuel C. Martínez M. realizó un trabajo corroborativo de dicha hipótesis: “El Problema de la Transformación de los Valores en Precios de Producción”.