viernes, 1 de mayo de 2009

El mejor homenaje a los mártires de la Clase trabajadora, es luchar permanentemente contra la explotación del capital

Por: Jose Justiniano Lijeron *
Fecha de publicación: 30/04/09


El 1 de mayo del año 1886, en Chicago, Estados Unidos, el delito de Albert Parsons y sus compañeros de la organización laboral “caballeros del trabajo de Chicago”, fue cumplir el pedido de una lucha anterior de la Federación de trabajadores de Estados Unidos y Canadá, que en su convención del año 1884, llamó a los trabajadores a sustituir por 8 horas de trabajo la jornada laboral que a su tiempo era de 10, 12 y de hasta 16 horas.

Ese 1 de mayo a la cabeza de Parsons, se realizó una gran manifestación de más de 80.000 personas, que al día siguiente desembocó en una gran huelga general por todo el país, en reclamo de las 8 horas y sus reivindicaciones laborales, lo que atemorizó a la clase dominante y a su prensa que denunció “el inicio de una revolución”.

Se desató la represión al mejor estilo policíaco del sistema, apresaron a los principales dirigentes, no sin antes ocasionar una serie de bajas en las filas laborales, dos días después en una nueva manifestación explotó una bomba matando a una persona, lo que sirvió de pretexto para una represión violenta y que se utilizó de base para la acusación a 7 dirigentes en un juicio amañado y escandaloso y pese al reclamo y protestas mundiales, 6 de ellos fueron sentenciados a morir ahorcados y uno a 15 años de prisión. En realidad no fue el muerto, a consecuencia de la bomba que explotó, lo que llevó a la clase dominante a semejante crimen, fue la capacidad de movilización y lucha de esa clase obrera lo que decidió a los enemigos de clase a sentar un precedente que sirviera de escarmiento al mundo.

En homenaje a ese hecho histórico es que se celebra cada 1 de mayo el día del trabajador y generalmente no es un festejo, por que después de más de un siglo de esos acontecimientos, todos los asalariados bajo este sistema, poco y nada tienen que festejar.

Pese a los adelantos de la ciencia y la tecnología, continúa la jornada laboral de 8 horas y ni que decir de la calidad de vida de los trabajadores y su familia, aparte de que para llegar al presente fueron necesarios muchos Chicago, para recuperar el derecho de vivir en democracia.

Hay signos importantes de avance de la clase trabajadora, que le esta costando su lucha y que no ha sido una concesión graciosa de la burguesía, le ha costado sangre, dolor y lagrimas y de seguro le seguirá costando hasta lograr sus verdaderas reivindicaciones históricas junto a los demás explotados para conseguir con sus luchas, el poder.

La clase trabajadora y sus aliados naturales los campesinos y explotados, son la única reserva moral de los pueblos, solo ellos como vanguardia de los procesos verdaderos y cuando los demás sectores comprendan eso, será el momento de acercarse a maravillosos días para toda la humanidad.

Recordemos a Marx en este 1 de mayo cuando proclamó que La emancipación de la Clase Obrera, será obra de ella misma”, unidos sigamos yendo por ella, hay mucho camino por recorrer.


*Es ex Dirigente de la Central Obrera Boliviana (COB)

josejustinianol@hotmail.com

martes, 28 de abril de 2009

El capitalismo no está muerto: se volvió un “viejo mañoso” muy peligroso

Por: Marcelo Colussi
Fecha de publicación: 27/04/09

Algunas décadas atrás, cuando a nivel mundial se conjugaron una serie de elementos que presentaban un panorama favorable a las fuerzas progresistas (avance del pensamiento de izquierda, mística guevarista, mayo francés, crecimiento de las organizaciones populares, teología de la liberación), era pensable que la toma del poder y la construcción de un mundo nuevo concebido desde ideales socialistas de justicia estaban a la vuelta de la esquina. Los años 60 y 70 del siglo pasado, quizá con un aire excesivamente triunfalista –pero honesto, saludable, y para echar de menos y reivindicar hoy día– lo permitían deducir: las causas populares y de justicia avanzaban impetuosas.

En estos momentos, entrado el siglo XXI, aquella marea de cambio que se mostraba imparable ya no existe. Y no sólo eso: muchos de los avances sociales conseguidos durante los primeros años del siglo XX hoy día se han revertido, en tanto que el ambiente dominante a escala planetaria se pretende que sea, al menos desde los poderes centrales que dictan las políticas globales, despolitizado, desideologizado, “light”, para decirlo de un modo que lo ejemplifica todo (lo anglosajón marca el ritmo).

El sistema capitalista, de quien se anunciaba victorioso estaba por caer –eso se creía con profunda honestidad– no cayó. Lejos de ello, se muestra muy vivo, activo, vigoroso. De la Guerra Fría que marcó a sangre y fuego por largos años la historia global, fue el capitalismo quien salió airoso, y no la propuesta socialista. El muro de Berlín, símbolo de esa confrontación justamente, se terminó vendiendo por trocitos como recuerdo turístico. Y de las posiciones ideológicas de izquierda que definieron buena parte de los acontecimientos del siglo XX hoy parecieran quedar sólo algunos sobrevivientes, pero no son las que marcan el ritmo de los acontecimientos.

Vistas así las cosas, el panorama pareciera sombrío. En un sentido, por supuesto que lo es. Las represiones brutales que siguieron a esos años de crecimiento de las propuestas contestatarias, los miles y miles de muertos, desaparecidos y torturados que se sucedieron en cataratas durante las últimas décadas del siglo XX en los países del Sur con la declaración de la emblemática Margaret Tatcher “no hay alternativas” como telón de fondo, el miedo que todo ello dejó impregnado, son los elementos que configuran nuestro actual estado de cosas, que sin ninguna duda es de desmovilización, de parálisis, de desorganización en términos de lucha de clases. Lo cual no quiere decir que la historia está terminada. La historia continúa, y la reacción ante el estado de injusticia de base (que por cierto no ha cambiado) sigue presente. Ahí están nuevas protestas y movilizaciones sociales recorriendo el mundo, quizá no con idénticos referentes a los que se levantaban décadas atrás, pero siempre en pie de lucha reaccionando a las mismas injusticias históricas, con la aparición incluso de nuevos frentes: las reivindicaciones étnicas, de género, de identidad sexual, la lucha por el medio ambiente.

De todos modos, aunque es cierto que las luchas reivindicativas no terminaron –ni es posible que terminen, porque son el motor de la historia precisamente– están muy adormecidas. En términos generales lo que más se ha instalado en la cultura política de la población planetaria es el conformismo, la cultura “light”, la mansedumbre. Eso marca nuestro momento actual. En ese sentido, entonces, podemos decir sin temor a equivocarnos que el capitalismo no está muerto.

Junto a ello, algo que igualmente marca este momento es la crisis financiera del sistema capitalista a escala planetaria. Crisis que, tal vez de haberse dado en aquellas décadas de auge de las luchas populares, hubiera hecho pensar en su inminente caída como sistema abriendo condiciones para que ello se concretara quizá, pero que en este momento sirve para descubrir otras cosas: que el capitalismo no está en fase de agonía, sino que se ha transformado en un “viejo mañoso”, aún con mucha energía.

¿Por qué “viejo mañoso”? Porque está dando renovadas muestras que “se las sabe todas”, y con aire mafioso no sólo sobrevive como sistema sino que aún no se le ve final a la vista. Y peor aún: que para seguir sobreviviendo apela a cuanto juego sucio podamos imaginarnos, de lo más deleznable, bajo y ruin, pero siempre presentado como políticamente correcto.

Es un dato muy importante, y que en términos estratégicos de mediano plazo marca un escenario desconocido años atrás: el capitalismo de las que hasta hoy son las potencias, Estados Unidos y Europa, ya no está creciendo más, sino que se recicla. La potencia juvenil de los primeros burgueses de las ciudades medievales europeas, la potencia de los primeros cuáqueros llegando en el Mayflower a la tierra de promisión americana, todo eso ya no existe. En todo caso el nuevo capitalismo chino está dando muestras de una vitalidad ya perdida en los puntos históricos de desarrollo. Aún es un misterio cómo se seguirá comportando este nuevo capitalismo, si seguirá los mismos pasos seguidos por las potencias tradicionales (incluyendo a Japón), transformándose en un nuevo imperialismo guerrerista, tal como todos los crecimientos capitalistas considerables terminaron dando como resultado. Lo cierto es que en los países históricos del sistema (y en Estados Unidos más aún, líder de ese arrollador crecimiento de la empresa privada por más de un siglo), todo indicaría que se está involucionando. Pero no desapareciendo.

¿Qué significa esto? Que el capitalismo, como sistema desarrollado hasta niveles descomunales en cuanto a lo técnico, encontró un límite y se ha comenzado a dedicar cada vez más a sobrevivir, permítasenos decirlo así: en la holgazanería. La creatividad industrial, que por supuesto no ha muerto, se va trocando hacia formas de parasitismo social, fabulosas para los grandes poderes, pero inservibles para la población, y para el sistema mismo. La savia productiva se va viendo reemplazada por la especulación financiera, y entre los negocios más redituables van consolidándose los ligados a la destrucción: las armas, la guerra, el narcotráfico. En ese sentido, entonces, el capitalismo no está muerto, pero sí severamente enfermo, aunque pueda sobrevivir por mucho tiempo más aún.

La crisis financiera actual viene a resaltar los límites infranqueables del sistema: desde un esquema capitalista, que se basa sólo en la obtención de ganancia empresarial a cualquier costo y nada más, la inercia misma del sistema hace prescindible a la gente y lo único que interesa es la acumulación. Esta lógica se independiza y se mueve sola, casi con la lógica de una máquina automatizada. El sistema no puede reparar en la gente de carne y hueso; eso no importa, es prescindible, no cuenta al final del proceso. La acumulación capitalista llega a tal nivel de autonomización que lo más importante puede llegar a ser la muerte, si es que eso “da ganancia”. Tan es así que el actual modelo capitalista lo demuestra con creces: la guerra, la muerte, los negocios sucios como el trasiego de estupefacientes, son su energía vital. Y cada vez más.

El capitalismo chino, tercera economía a escala planetaria y siempre en ascenso, aún en plena crisis financiera de los grandes centros capitalistas históricos, de momento no muestra estas características mafiosas. Seríamos quizá algo ilusos si pensamos que ello se debe a una ética socialista que aún perduraría en el dominante Partido Comunista que sigue manejando los hilos políticos del país. En todo caso responde a momentos históricos: la revolución industrial de la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX China recién ahora la está pasando, al modo chino por supuesto, con sus peculiaridades tan propias (la sabiduría y la prudencia ante todo). Queda entonces el interrogante de hacia dónde se dirigirá ese proyecto. Pero lo que es descarnadamente evidente es que el capitalismo ya envejecido se mueve cada vez más como un capo mafioso, como un “viejo mañoso”, pleno de ardides y tretas sucias. Entre las actividades comerciales más dinámicas hoy día a nivel mundial se encuentran la producción de armas y el tráfico de drogas ilícitas. Y los dineros que todo eso genera alimentan las respetables bolsas de comercio que marcan el rumbo de la economía mundial al tiempo que se esconden en mafiosos paraísos fiscales intocables. En ese sentido, la enfermedad estructural define al capitalismo actual.

Si el negocio de la muerte se ha entronizado de esa manera, si lo que duplica fortunas inconmensurables a velocidad de nanotecnología es la constante en los circuitos financieros internacionales, si en una simple operación bursátil se fabrican cantidades astronómicas de dinero que no tienen luego un sustento material real, si el capitalismo en su fase de hiper desarrollo del siglo XXI se representa con paraísos fiscales donde lo único que cuenta son números en una cuenta de banco sin correspondencia con una producción tangible, si destruir países para posteriormente reconstruirlos está pasando a ser uno de los grandes negocios, si lo que más se encuentra a la vuelta de cada esquina son drogas ilegales como un nuevo producto de consumo masivo mercadeado con los mismos criterios y tecnologías con que se ofrece cualquier otra mercadería legal, todo esto demuestra que como sistema el capitalismo no tiene salida.

Por supuesto que al sistema eso no le molesta especialmente. “Si da dinero, eso es lo que cuenta”, es la macabra sentencia. Así nació, creció y se globalizó el sistema. Así arrasó buena parte de la naturaleza y diezmó culturas ancestrales, arrollando a su paso todo lo que le significaba un obstáculo en su loca carrera por acumular. Pero hoy se ha entrado en una nueva fase donde al sistema ya no le interesa sólo la producción de bienes y servicios útiles para sus consumidores, pues lo único que lo mueve es la continuación de esa acumulación. Y como el capitalismo tiene un tope en tanto sistema en la producción de esos bienes, para seguir manteniéndose debe generar nuevos espacios donde desarrollarse, donde seguir reproduciéndose. Es así que va perfilándose este capitalismo de corte mafioso, este “viejo mañoso” interesado en promover nuevos campos de consumo como las guerras y el uso masivo de drogas ilegales.

Esto no es un simple hecho anecdótico, una transgresión, una travesura. La producción de guerras y la distribución planetaria de drogas ilícitas pasaron a ser parte de una estrategia de sobrevivencia del sistema, tanto porque genera las mayores cantidades de dinero que alimentan la economía global como por los mecanismos de control políticosocial y cultural que permiten. Esta nueva fase mafiosa que empieza a atravesar el sistema, que ya viene perfilándose desde las últimas décadas del siglo pasado, es la tónica dominante. La China, con un capitalismo joven aún, no requiere de estos mecanismos. Los grandes bancos europeos, y más aún, los estadounidenses, ya han comenzado a hacer de ellos los engranajes que mantienen vivo el sistema.

El capitalismo no está en crisis terminal. Convive estructuralmente con crisis de superproducción, desde siempre, y hasta ahora ha podido sortearlas todas. Estos nuevos negocios de la muerte son una buena salida para darle más aire fresco. Lo trágico, lo terriblemente patético es que el sistema cada vez más se independiza de la gente y cobra vida propia, terminando por premiar el que las cuentas cierren, sin importar para ello la vida de millones y millones de “prescindibles”, de “población sobrante”, población “no viable”. Ello es lo que autoriza, una vez más, a ver en el capitalismo el principal problema para la humanidad. Esto es definitorio: si un sistema puede llegar a eliminar gente porque “no son negocio”, porque consumen demasiados recursos naturales (comida y agua dulce, por ejemplo) y no así bienes industriales (es lo que sucede con toda la población del Sur), si es concebible que se haya inventado el virus de inmunodeficiencia humana –tal como se ha denunciado insistentemente– como un modo de “limpiar” el continente africano para dejar el campo expedito a las grandes compañías que necesitan los recursos naturales allí existentes, si un sistema puede necesitar siempre una cantidad de guerras y de consumidores cautivos de tóxicos innecesarios, ello no hace sino reforzar la lucha contra ese sistema mismo, por injusto, inhumano, inservible, por atroz, por sanguinario. Porque, lisa y llanamente, ese sistema es el gran problema de la humanidad, pues no permite solucionar cuestiones básicas que hoy día sí son posibles de solucionar con la tecnología que disponemos, tales como el hambre, la salud, la educación básica.

El “viejo mañoso” en que se ha transformado el capitalismo, en definitiva, no es sino la expresión actualizada de algo que desde hace 200 años sabemos que no tiene salida. Que se salven algunos grupos elitescos en presumibles instalaciones fuera de este planeta (la ciencia ficción ya no nos sorprende) no significa salida alguna. En ese sentido es cada vez más claro, como dijera la revolucionaria Rosa Luxemburgo, que “socialismo o barbarie”. Si la salida para el capitalismo son guerras, consumidores pasivos de drogas y población “light” despolitizada, eso no es sino la más elemental justificación para seguir peleando denodadamente por cambiarlo. Este “viejo mañoso” no es sino la patética expresión de la barbarie, la negación de la civilización, la deshumanización. ¿Cómo es posible haber llegado a esta locura en la que vale más la propiedad privada sobre un bien material que una vida humana? ¿Cómo es posible que para mantener esto se apele a la muerte programada, fría y calculada? Eso es la barbarie, y eso nos tiene que seguir convocando a su transformación.

mmcolussi@gmail.com

domingo, 26 de abril de 2009

¡Trabajadores del mundo: Capten a este fugaz momento histórico y decisivo de las luchas globales de clase!

Una cosmovisión anticipadora y filosófica

Para cambiar la costumbre, vamos a hablar de cosas más agradables, dejar de lado la asquerosa producción capitalista actual, la codicia voraz y los pantanos de Wall Street, las armas de destrucción masiva, las guerras mundiales genocidas, las mentiras, los engaños, las torturas, el terrorismo, las crisis financieras y económicas y ascender esperanzadamente a donde incluso los ángeles temen pisar, hacia los supuestamente inaccesibles riscos sublimes de la creación y la creatividad emancipatoria terrenal.

En cuanto a la conciencia histórica de clase y las luchas de clase emancipadoras de nuestra época, en la introducción de su obra filosófica, "Avicena y la izquierda aristotélica", negando las verdades absolutas osificadas, en otras palabras, mediante la eliminación de la ideología rancia, el filósofo marxista de la esperanza, Ernst Bloch, nos dio una excelente idea científica en la praxis constante y la teoría ágil, en la acción humana viviente y el pensamiento social vivo. Ningún verdadero acto o idea emancipadora jamás puede llegar a ser obsoleto.

Ernst Bloch, siendo él mismo una víctima de la gran depresión y del socialismo nacional alemán, elucidó que el pensar racional y el pensamiento riguroso son eternamente fluyentes. Se centran en el futuro, en el sentido de que hoy es el mañana de ayer. La praxis y la teoría sociales son siempre auténticas, siempre innovadoras. En su totalidad dialéctica estas relaciones y contradicciones humanas se aventuran siempre más allá de cualquier riesgo, son siempre nuevas y originales. Los verdaderos "anticipadores" y emancipadores, a través de su época, durante su preciosa y única existencia terrenal, siempre sueñan con los ojos abiertos hacia adelante con creatividad; existen en el horizonte de los esfuerzos humanos; en el amanecer crean el futuro concreto, oscilan entre la realidad revolucionaria y la posibilidad emancipatoria.

A través de los milenios, nuestro grito de guerra debe ser en las brillantes palabras de Anaximandro: el que no prevé lo imprevisto, nunca lo encontrará. Por esta misma razón, sigue existiendo una posibilidad infinitesimal, por medio de las luchas globales de clase de los trabajadores, para erradicar y aniquilar la monstruosidad capitalista. Según Bloch, en la titánica batalla contra el capitalismo, en la lucha de clases a nivel mundial muy poco se ha ganado, pero también, no todo está perdido todavía, el experimento mundo, el hombre, continúa.

En sus propias palabras, Bloch dijo que toda elegancia podría haber sido pensada siete veces ya; pero cuando se pensó de nuevo en otras épocas y lugares, ya no fue lo mismo. Mientras tanto, no sólo ha cambiado el pensador, sino sobre todo el objeto sobre el cual ha estado pensando. La sabiduría siempre se tiene que verificar de nuevo, y comprobarse como lo Nuevo.

En Venezuela y en América, lo anterior es relevante en nuestros escritos, discursos y debates acerca de un nuevo socialismo y el nuevo hombre del futuro. En este contexto, en la época de una peligrosa depresión, es pertinente refrescar nuestras acciones confusas y pensamientos aturdidos, para activar de nuevo nuestra memoria analítica y para ajustar nuestras reflexiones y acciones sociales hacia los verdaderos tiempos difíciles.

No es más el Día del Trabajador ... somos despedidos, nuestros hogares y nuestras mascotas se han ido ... ¡gritamos SOCORRO!

Sin embargo, como puede testimoniar una década de Revolución Bolivariana, toda nuestra trayectoria histórica la cubre una sana existencia humana y cósmica, los arduos caminos revolucionarios de nuestra génesis, epigenesis y síntesis, de donde venimos, en dónde estamos y hacia dónde vamos. Nuestro quo vadis está en peligro, en todas partes acechan los enemigos, por dentro y por fuera, y sin embargo, es la época del "éxodo" (Bloch), donde se trata de trascender el valle capitalista de lágrimas y dolores; se trata de la ‘exvolución’ ahora o nunca.

La importancia de estas reflexiones, especialmente en vísperas de nuevos ataques planeados, de nuevos rumores sobre posibles golpes de estado, es que la mayoría de los medios de comunicación internacionales, algunos de ellos al borde de la quiebra, minimizan el verdadero desastre y no advierten los trabajadores del mundo acerca de la magnitud apocalíptica del colapso del capitalismo mundial, de esta súper depresión, sus causas, su dinámica, su mortalidad. Tampoco los trabajadores de Venezuela están preparados para hacer frente a los venideros tsunamis de la economía norteamericana, en caso de que colapse el petro-dólar.

George H. W. Bush padre ha formulado el crimen imperialista, corporativo, cardinal y capital de la siguiente manera:

"Si el pueblo norteamericano supiera lo que hemos hecho, nos colgarían a todos en los postes de luz". 1)

Ya J. Edgar Hoover, ex director del FBI, muy conmovido confirmó lo anterior como sigue:

"El individuo se ve obstaculizado de enfrentarse cara a cara con una conspiración tan monstruosa que no puede creer que existe." 2)

Esto no se trata ni de una teoría de la conspiración, ni de la labor diabólica de un anti-Cristo, de figuras individuales o elites. Esto es la dialéctica imperialista mundial capitalista en plena acción, mostrando su peor lado, dejando su sangrienta estela de la muerte a través de las edades. Sólo las luchas globales de clase de los trabajadores todavía pueden aniquilar al Hermano Mayor, el actual Leviatán orweliano.


Ahora, vamos a resaltar las cosas menos agradables.

El "Nuevo Orden Mundial" dio paso a la actual súper depresión, a esta Gran Grieta, este Gran Colapso.

Medido por los últimos acontecimientos históricos, trabajadores del mundo, ¿qué otra cosa todavía hace falta saber, para convencernos, que el capitalismo como sistema mundial es pura barbarie, es terrorismo global? El horror de la depresión global acaba de empezar y se extenderá en todo el mundo en la próxima década. Todos los acérrimos amantes, creyentes y seguidores del "eterno" capitalismo están ideológicamente convencidos de que en la actualidad nos encontramos tan sólo en un mal temporal; y que pronto el Señor junto con nuestros "grandes líderes", en su próxima cumbre, como siempre volverán a arreglar todo de nuevo. Algunos de nosotros estamos convencidos de que realmente fueron las "ovejas negras", los banqueros imprudentes, que fueron Chávez, Fidel o Mugabe, los que han causado una "crisis financiera" global, la cual, mediante la impresión de más y más billones de dólares inútiles, vamos a superar pronto.

Los medios de comunicación masivos, como Yahoo o el New York Times, sufren millones de pérdidas, el primero está cerrando a su sitio web Geocities. Google videos practica la externalización de sus clientes, el Chicago Sun-Times se encuentra al borde de la quiebra. Y todavía nos “informan” que sólo estamos sufriendo algún tipo de ‘estreñimiento económico’, pronto ... tomando un Eno en lugar de un Evo ... todo estará bien de nuevo. En realidad, un conocimiento político-económico básico puede fácilmente revelar que el imperialismo corporativo sufre de una diarrea crónica sobre-productiva a nivel mundial, se realiza muy poco capital verdadero; la quiebra, los despidos y la caída de las tasas de ganancia nos indican que nos encontramos ante un enorme Krakatoa de revueltas globales, opresión, represión, hambre y miseria. Como modo de producción, el capitalismo se ha convertido abierta y encubiertamente en lo que siempre ha sido: en un modo de destrucción. Actualmente, dentro de tan sólo unos meses, está destruyendo casi la mitad de la riqueza planetaria. Dentro de pocos siglos el capitalismo ha destruido lo que la Madre Tierra ha evolucionado en seis mil millones de años, es decir, la vida en el planeta Tierra.

Durante la última década, aquí en Venezuela, muchos de nosotros comenzamos a entender que las ciencias naturales y la filosofía social, entendidas como práxis y teoría social, pueden cambiar el mundo de manera concreta, pueden iluminar el futuro, es decir, pueden descubrir lo Nuevo, al igual que pasó el 11 de abril de 2002, donde ocurrió algo nunca visto antes y que no se repetirá. Por lo tanto, una revisión de nuestras predicciones, errores y victorias pasadas siempre debe iluminar nuestro fuego revolucionario que brilla en el futuro, que es el futuro.

En este espíritu y en retrospectiva, ¿qué fue lo que pensamos, lo que hicimos y pensamos, y que sigue siendo nuestro quo vadis en la era de la decadencia del capitalismo global?

En este momento hay millones de desempleados sin hogar. Los bancos internacionales, los Tres de Detroit, GM, Ford y Chrysler, incluso Toyota, todos están en graves problemas económicos. Gran Bretaña ahora siente la recesión muy severamente, también el Japón. En los países metropolitanos millones están entrando en las filas del desempleo, la pobreza extrema y el hambre.

Temblores, terremotos, sequías, inundaciones, tsunamis, armas de destrucción masiva (en una palabra, HAARP) pavimentan el Vía Crucis del Tío Sam, acompañados por el Tío Tom, hacia el Gólgota globalizado.

Sí, ya nadie se siente bien, ni la Naturaleza, ni la Sociedad. Milenios de explotación económica, dominación política, discriminación social, genocidio y militarismo, y un holocausto mental, la alienación humana nos han llevado a este colapso global del capital y el trabajo.

¡El Día del Trabajador 2009 será el dramático y traumático 'Día del Socorro' de este siglo, de millones de trabajadores a nivel mundial! Nos guste o no, objetivamente, subjetivamente y ‘transjectivamente’ sólo hay una real y verdadera solución para la depresión crónica, para la recesión, para el colapso: la aniquilación total del capitalismo mundial mediante la lucha de clases.

¡Ya nada está bien!

Digámoslo como es: ya nada está bien; si esta locura de explotación continua por más tiempo, entonces pronto en la Madre Tierra nunca más estaría bien algo.

Por último, ¿por qué todos estos temblores y terremotos diarios, por qué las erupciones volcánicas repentinas, el insalubre clima, las sequías, las epidemias, los dolores de cabeza, la fatiga y las voces extrañas en nuestros cráneos?

¿Los zombis, los clones, los robots, la tecnología, las máquinas y las computadoras practican el consumismo? ¿Acaso producen plusvalía, ganancias y capital? ¿Por qué estos temas no conforman los titulares del mundo? De las casi 200 "Naciones Unidas", cuántas (y quienes) estaban escuchando la excelente intervención del Presidente Evo Morales de Bolivia sobre la Madre Naturaleza el otro día? Sin embargo, este será un tema de nuestra próxima edición.

Entre tanto, en esta época de emancipación y de la depresión mundial, los trabajadores del mundo captan este fugaz momento histórico y decisivo de las luchas globales de clase!